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En primer lugar, dentro el contexto de la Guerra Fría entre los Estados Unidos y la URSS, pero este eje de confrontación perdió fuerza a partir de 1989 y, especialmente, a partir de 1991. En segundo lugar, el país se convirtió en el centro de la lucha entre potencias neocoloniales y, especialmente, entre las potencias anglófonas, con los Estados Unidos al frente, y las potencias francófonas, con Francia y Bélgica como principales países interesados. Y, en tercer lugar, el país centroafricano es un enclave básico para los países que aspiran a convertirse en potencias regionales, como es el caso de Sudáfrica o Uganda.
A continuación se describirán las relaciones
de los Estados Unidos, Francia, Bélgica y Sudáfrica con la
RD Congo de Kabila (padre) y con su antecesor, Mobutu Sese Seko. A pesar
de todo, otros países están implicados en el conflicto de
la RD Congo, como es el caso de Ruanda, Uganda, Angola, etc. Los intereses
de estos países en la guerra se describen en la sección «Hacia
una nueva guerra de liberación en la RD Congo».
En 1991, el Congreso norteamericano suspendió la ayuda económica al régimen de Mobutu, pero aún se realizaron envíos de armas al país centroafricano. Durante la «guerra de liberación» iniciada en 1996, con la AFDL encabezada por Kabila y sus aliados, los Estados Unidos optaron por apoyar a Kabila. Un apoyo que se materializó, entre otras cosas, en forma de instrucción militar.
En mayo de 1997, el gobierno de Kabila se instaló en Kinshasa y prometió reformas democráticas. A pesar de la improbabilidad de realización de las promesas de Kabila, los Estados Unidos optaron por apoyar a este nuevo Gobierno. De esta manera, las fuerzas armadas a las órdenes de Kabila recibieron armamento y entrenamiento de los Estados Unidos. A pesar de los abusos cometidos por Kabila durante su mandato, los norteamericanos continuaron con su apoyo al autoproclamado presidente sin prestar atención a los partidos políticos democráticos ni a la sociedad civil que demandaba verdaderas reformas políticas, económicas y sociales.
En 1998 estalló una rebelión contra Kabila. En esta ocasión, la guerra implicó una verdadera internacionalización del conflicto en la cual los Estados Unidos estuvieron presentes indirectamente, ya que suministraron armas y entrenamiento a muchos de los participantes, independientemente del bando al que dieran apoyo. En concreto, según William Hartung del World Policy Institute, los Estados Unidos entrenaron 8 de los 9 estados involucrados en el conflicto de la República Democrática del Congo como, por ejemplo, Ruanda, Uganda, Zimbabwe o Namibia.
En resumen, parece que los Estados Unidos están en una situación incómoda en esta nueva guerra. Esta es la opinión de Mbuyi Kabunda Badi que afirma que la guerra «consagra el fracaso de la su política africana (refiriéndose a los Estados Unidos)». Según Kabunda, los Estados Unidos pidieron a Kabila (padre), entre otras cuestiones, la instauración del diálogo con las fuerzas políticas congoleñas con tal de resolver los problemas étnicos y la resolución pacífica del conflicto. Kabunda, citando a Ludo Martens, afirma que «los Estados Unidos han apostado por una democracia capitalista en el Congo, que consiguiese mediante tres estrategias: acusar a Kabila de crímenes contra la humanidad como excusa para una intervención militar o el embargo económico, apoyar a los mobutistas y a Étiene Tshisekedi para ganar las próximas elecciones, y en el caso de no convocarse estas elecciones, derrocar al gobierno de Kabila y substituirlo por otro, encargado de su realización a corto plazo ».
Francia había sido tradicionalmente la gran potencia colonial en África. Esta posición de potencia se está viendo cuestionada por la acción de los Estados Unidos en este continente.
Con la llegada de la independencia a la antigua colonia del Congo, Francia trató de substituir a Bélgica como potencia neocolonial. Francia, por su lado, ha considerado ineludible, desde el principio del movimiento independentista vivido en África durante la década de los sesenta, el establecimiento de una zona francófona que pudiese servir como freno a la expansión anglófona al frente de la cual estaban los Estados Unidos. Así, los claros intereses económicos que se concentran en la zona y que son motivo de disputa deben complementarse con otro tipo de enfoque.
En este último sentido, Francia con tal de conservar su poder en la zona central de África apoyó a Mobutu durante todo su mandato, a pesar de la existencia de crisis y altibajos en las relaciones entre ambos países. Durante la «guerra de liberación» iniciada en 1996, que llevó a Kabila al poder en mayo de 1997, Francia mantuvo su apoyo a Mobutu y, finalmente, según Kabunda Badi, «Francia intentó mantener Mobutu poniendo a su disposición los mercenarios serbios que bombardearon Bukavu, Shabunda y Walikale. Cuando la situación ya era desesperada, se utilizaron estrategias destinadas a asegurar la supervivencia del sistema apostando por un "mobutismo sin Mobutu", y tildó a Kabila de "lo peor de la anglofonía"».
La actuación de Francia respecto a Mobutu tuvo una consecuencia clara: cuando Kabila llegó al poder se excluyó totalmente este país de la política exterior de la República Democrática del Congo. Aunque, formalmente, la rebelión contra Kabila no ha sido financiada por Francia, sí que se señalan implicaciones de este país. A pesar de eso es difícil concretar cual es la participación o colaboración de Francia en los acontecimientos que están afectando al país centroafricano.
Según Kabunda, Bélgica continúa manteniendo intereses económicos en el país a causa de la presencia de multinacionales. Cuando se puso en marcha la rebelión contra Kabila, Bélgica optó por no intervenir y sólo exigió que se respetase la integridad territorial del Congo y se potenciasen las negociaciones entre las partes implicadas.
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