El simbolismo, la historia y la tradición son tres elementos básicos para comprender la realidad mejicana y muy especialmente, para comprender el movimiento zapatista chiapanenco del EZLN. En este texto, los autores se han preguntado el porqué de todo esto. Es decir, han tratado de responder a la pregunta de por qué el EZLN ha tomado los símbolos del zapatismo en su lucha.
Para dar respuesta a esto, Rajchenberg y Héau-Lambert han estructurado el texto en diversos puntos que tratan sobre la importancia de la historia y el imaginarios colectivo, el uso que se hace de esta historia de héroes y líderes carismáticos y las analogías que se dan con el zapatismo actual y, por último, unas reflexiones sobre la tradición, el arcaísmo y la modernidad.
La imagen del Subcomandante Marcos a caballo, evocó inmediatamente la de Emiliano Zapata. Era el resurgimiento de una figura emblemática, de tiempos míticos casi enterrados y de la lucha por la liberación. Pero, ¿por qué es tan importante para el EZLN recuperar esta simbología zapatista? De hecho, ¿qué representa Zapata en el imaginario colectivo mejicano? Zapata representa la liberación de los y de las mejicanos/as ante los españoles/as, ante los amos de la tierra. El EZLN se encuentra con esta tradición y la aprovecha en su lucha. Para los autores, "las peripecias ideológicas de la gesta zapatista ilustran admirablemente cómo los movimientos populares se apropian de una memoria colectiva preexistente y de las ideologías y mitos disponibles en esa memoria, para legitimar sus luchas presentes" (pág 42).
Así pues, el EZLN lleva a cabo una recuperación de unos símbolos visuales como el caballo, la tierra, etc...y, a la vez, convierte experiencias históricas en símbolos. La convocatoria de la Convención Nacional Democrática en un ejido llamado Aguascalientes, guarda directa relación con la Soberana Convención Revolucionaria de 1914 que tuvo lugar en la ciudad de Aguascalientes.
En 1994, el EZLN adoptó el mito de Zapata por una razón muy concreta, Zapata es uno de los pocos mitos que todavía están vigentes. Diversas cuestiones han influido en este hecho. Por una parte, (al igual que Francisco Villa) estuvo alejado del poder y de sus símbolos. Por otra parte, existe una verdadera confusión o disputa sobre la apropiación de su figura. Así, tanto Gobierno como desposeídos reclaman el ideario de Zapata para sí mismos. El Gobierno, más que el ideario, del que ha sacado provecho, es de su imagen y toda la parafernalia revolucionaria. El EZLN, consiguió poner punto final a la disputa adoptando no sólo los símbolos zapatistas, sino adaptando su ideología a las necesidades actuales. Veamos un ejemplo en este parágrafo: "el México indígena y campesino pelea todavía por la tierra contra las invasiones de los latifundistas en una línea de continuidad con los movimientos iniciados hace quinientos años" (pág 47). Otro ejemplo de esto lo encontramos en la demanda de más capacidad de autogobierno (democracia) para los y las indígenas, una readaptación de la tradición social india (antiguas repúblicas indias...) a las necesidades actuales.
El principal problema que tiene el zapatismo chiapanenco se encuentra en el hecho de que, como el zapatismode 1911, es considerado, por parte del poder, como un movimiento aislado en una provincia lejana y distante. A pesar de la proyección nacional que el movimiento tiene, las reclamaciones de autogobierno se enfrentan al centralismo del Estado-Nación de las elites en el poder. Para éstas, la rebelión zapatista tan sólo consiste en un intento desesperado por unirse al desarrollo y la modernización impulsada por el TLC. Así, una manera de acabar con ella sería a través de la construcción de ciertas insfraestructuras que permitan el no cuestionamiento de las redes clientelares establecidas entre Gobierno y gobernados/as.
Pero los zapatistas reclaman su lugar en la nación y se consideran parte de ésta. "Chiapas no es otro México porque su historia es la misma que la de otras regiones del país con la diferencia de que en esta sureña provincia la ignominia compartida es más violenta" (pág 51). Es por esta voluntad de ser nación que los y las zapatistas quieren recuperar la historia con la esperanza de romper y dejar de ser los/as vencidos/as.
Por último hace falta hablar de la tradición, el arcaísmo y la modernidad. Para los autores, el EZLN se ubica en el planteamiento del binomio tradición-modernidad. Estos dos términos son complementarios y no se excluyen. Para vivir esta modernidad el EZLN ha bebido de los símbolos nacionales disponibles: lucha por la posesión de la tierra y autonomía política. Es decir, "han optado claramente por ubicarse en la filiación de los movimientos agraristas mexicanos, ya que la historia de México es la historia de la lucha por la tierra" (pág 55).
El zapatismo de fin de siglo nos ha sorprendido a todos por la actualización de imágenes, la composición étnica y clasista de sus miembros, por el discurso revolucionario creíble y por la politización del lenguaje de la sociedad y sus contenidos históricos y simbólicos. El EZLN hace la revolución porque no quiere seguir viviendo en el antiguo régimen. Éste es también el significado del ¡Basta! zapatista.