El conflicto de Chiapas

Tema: zapatismo

La Guillotina, nº 30. Marzo-abril 95

Para entender el nuevo zapatismo

J. Moguel

Desde el punto de vista de la historia regional, el movimiento zapatista deberá ubicarse como la continuación -y la superación- de la lucha que, iniciada en la primera mitad de la década de los setenta (el Congreso Indígena de San Cristóbal, de 1974, es un punto de referencia obligado), se extiende en los años que siguen hasta conformar un verdadero proceso de rebelión popular en varías regiones del estado. En este período se forman organizaciones campesinas independientes de todo tipo, que cubren los terrenos de la demanda agraria, de la defensa de los derechos humanos, de la reivindicación gremial y sindical, y de diversas exigencias relativas a la producción, el abasto y la comercialización.

La represión desatada contra este ciclo de movilizaciones, no tiene precedentes, llegando a su clímax durante el sexenio de Absalón Castellanos Domínguez (que se inaugura en 1982). Sin quererlo, el Estado está entonces creando las precondiciones de la formación y de la implantación de la guerrilla: pueblos enteros arrasados, cierre brutal de toda perspectiva de negociación gremial, asesinatos selectivos y de grupos de campesinos rebe-ldes, racismo y violación sistemática de los derechos humanos más elementales, corrupción e impunidad en casi todos los actos del gobierno. Es la época de oro de los finqueros y de los caciques locales; es la apertura en México del período neoliberal.

La insurreción zapatista es, en una primera instancia, un 'levantamiento" de jóvenes: recoge lo mejor de una nueva generación de pobladores cuyo denominador común es 'que no tiene futuro'. No es sólo que la pobreza -secular- de la región haya alcanzado un punto extremo, sino que todas aquellas opciones productivas y de vida que en años anteriores aparecieron en el horizonte de pronto se encuentran canceladas. La tierra se ha erosionado y el sistema de rozatumba-quema ha dado de sí, por la pequeñez primaria de las posesiones, por la multiplicación de la bocas y la imposibilidad de abrir nuevas áreas a la colonización, el precio del ganado cae en pícada al iniciarse los años noventa, tanto como lo hicieron las cotizaciones del café desde 1989; se establecen groseras prohibiciones a la explotación forestal, con una ley de veda que afecta principalmente a los pequeños campesinos; algunas organizaciones económicas independientes de la región entran en crisis o se corrompen.

Las fases o etapas de desarrollo del EZLN no sólo se delimitan por los tiempos y formas de ' su crecimiento numédco, o por la manera en que se van rearticulando las estructuras de organización o de mando. Hay en el proceso obvias transmutaciones en la concepción de la guerra, en la manera de entender el vínculo entre lo social y lo militar, en la forma de concebir lo local y lo nacional, en la elección de .métodos" y de vías especificas de acción y de combate. El nuevo zapatísmo construye su identidad sobre la marcha. Tal vez encontraremos en él algunas herencias del pensamiento marxista, leninista o guevarista, provenientes de la participación primaria de activistas que vienen de núcleos y de organizaciones de izquierda. El EZ recoge con seguridad claras lecciones de los movimientos armados -verdaderas guerras populares- de centroamérica. Pero hoy parece indudable la fuerza ideológica y cultura¡ del propio mundo indio-campesino chiapaneco en la conformación del perfil político zapatista, alimentado además por elementos de la .nueva cultura' -de lucha- cívica que se desarrolla en México desde los sismos del 85, y que se reafirma y extiende cualitativamente a partir de 1988 con el movimiento democrático nacional encabezado por Cuauhtémoc Cárdenas.

Por ello es que en el discurso del nuevo zapatismo no existe una idea estrictamente clasista, ni su objetivo es la 'toma del poder político'-. el EZLN se concibe a sí mismo como una entre otras de las fuerzas dispuestas a transformar a México en un sentido democrático. Ganar "el umbral de un mundo mejor, diría en una ocasión el subcomandante Marcos, para establecer los puntos de un "programa minimo" capaz de articular las más variadas y diversas fuerzas sociales y políticas de la nación.

En el complejo sistema de espejos con el que se han construido las identidades zapatistas, resulta indudable la importancia del subcomandante Marcos. Pero parecen claras las condiciones precisas de su papel: supeditado en su capacidad de mando a la "dirección colectiva indígena' del CCRI, y encargado de la dirección propiamente militar, es más un excelente traductor-reconstructor (tejedor) de lenguajes y discursos significativos, que un "importador de teorías externas". Ha logrado así, por lo demás, hacer intelígible al oído mestizo una buena parte del discurso originarío de los indios, eliminando grotescas y torcidas interpretaciones antropológicas y proyectando 'visiones" y estrategias esenciales de dicho mundo comunitario.

En la perspectiva indicada, el EZLN se habría forffiado a través de un complejo proceso. de influencias ideológicas y políticas, diferente al que quisieron ver en él algunos analistas y periodistas ansiosos de mostrar sus claves, cuando equivocadamente señalaron que el ori'gen de los zapatistas se encontraba en la influencia de "los norteños' de la organización Línea Proletaria o de Politica Popular. Por el contrario, la formación del EZ pareció haberse dado precisamente a contrapunto o a contracorriente de la ARIC Unión de Uniones, como respuesta al economicísmo que, articulado regionalmente por la propuesta programática y las prácticas de esta última organización, mostró sus límites (nacionales, no sólo regionales) del matrimonio entre la línea de la vertiente de procedencia maoista que hejnos mencionado (y que se desdobló nacionalmente en otro tipo de -experiencias organizativas, como la de la Unión Nacional de Organizaciones Regionales Campesinas Autónomas) y el proyecto neoliberal del gobierno de Salinas.

Uno de los productos de esta confluencia plural y rica de posiciones ideológicas y políticas del EZLN se expresa en su 'indigenismo"; los zapatistas no luchan por la República de los Indios, ni claman por la imposición a otros núcleos sociales de los valores propios. Sólo quieren que las autoridades tradicionales de las comunidades tengan legalidad; que se respeten las formas y contenidos de la cultura indígena; que las regiones donde existe hegemonía de una etnia puedan ser gobernadas por ésta, bajo esquemas democráticos de organización y de gestión municipal que consientan la existencia de consejos populares o de autoridades que puedan ser removidos en cualquier momento por el pueblo (por la vía de¡ mandato de una asamblea o de algún tipo de referéndum o consulta).

Las pretensiones y alcances nacionales de las exigencias y demandas de¡ EZLN son otro claro indicador de la distancia que los zapatistas marcan frente al sectarismo indigenista de otros movimientos sociales de¡ mismo molde en América Latina. La propuesta de construir una República de Indios se desentiende y aleja de las demandas reivindicativas y democráticas de otros sectores (mestizos populares, o mestizos e indígenas 'burgueses" o adinerados) de la 'sociedad mayor. Por el contrario, la propuesta de los zapatistas trasciende los planes locales y regionales y llega al planteamiento principalísimo (en el marco de su propio esquema petitorio) de la eliminación del 'sistema dp partido de Estado'. También se plantean propuestas importantes de reforma a la Constituci¿)n, particularmente en lo referente a la "cuestión de la tierra" (artículo 27) y a la "cuestión de los indios' (artículo 4o.)

Por todo lo anterior es que el discurso del EZLN se dirige'obsesivamente a la 'sociedad civil"; de esta necesidad de articular un movimiento nacional de cambios surge el verdadero sentido de la "guerra de papel" (comunicados, artículos, cartas, entrevistas) que los zapatistas, han decidido explotar -y explorar- en todas sus posibilidades.

Nota bene, después de¡ coup de force de¡ 9 de febrero:

'Los zapatistas se replegaron", nos enteramos por la televisión y la prensa, después de la intervención militar de¡ 9 de febrero. En los alcances de este repliegue, hacia lo más profundo de la selva, pueden encontrarse algunas de las claves que arriba mencionábamos. Aquí sólo me refiero a una: no se trató, en el sentido estricto, de un "repliegue militar, sino de un verdadero éxodo de poblaciones indígenas hacia las partes más alejadas e inaccesibles de la selva. "Encontramos sólo a algunas mujeres, niños, ancianos; pocos hombres', declararía el responsable de la "toma de Guadalupe Tepeyac". Ello muestra por lo menos dos cosas: la primera, que el zapatismo es en la región base y comunidad, comunidad y base: no una "impostación" de voluntades y prácticas ajenas. La segunda, que el diferencia de la confrontación no está -ni estaba- definido por la 'belicosidad" o la voluntad de guerra de¡ EZLN y, mucho menos, que estuviera preparándose una "ofensiva militar" por parte de los zapatistas en el momento en que se inició la escalada de¡ Ejército Federal sobre el terreno.

El EZLN no se doblegó ante la posibilidad de ' entregar a Marcos' a cambio de la seguridad de sus miembros y del establecimiento de un nuevo espacio de diálogo: ello no demuestra que el subcomandante tenga un poder sobrenatural sobre un mundo comunitario de miles de indígenas. Muestra sí, una 'carencia": el no-racismo o la no autodenigración de su estirpe, pues no se atienen a la soberbia e ignorancia de aquel que presupone simple y bondadosamente que fueron manipulados (y que por tanto "los perdona'), sino a su propio criterio: si alguien puede decir y gritar "todos somos Marcos', estos son precisamente los miles de indios que, desde la profundidad de la selva, un día se atrevieron a E emprender el asalto del cielo.

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