EXILIO Y OTRAS CONJETURAS
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PRÓLOGO
Este trabajo, titulado el "exilio y otras conjeturas", pretende ser una reflexión sobre las causas y consecuencias de una figura, el exilio, que en los años 70 irrumpió ferozmente en gran parte de Latinoamérica y que ha supuesto la disgregación de familias enteras por toda Europa. Para ello me he basado en mi experiencia personal, pues soy hija de exiliados ("una niña del exilio"), en la de mis padres ( fundamental), y en la de otros conocidos, también exiliados, que me han dado sus puntos de vista . Por otra parte, para hacer de éste un trabajo más o menos digno, también he recurrido a autores como Sartre (prefacio del libro "la tortura ", testimonio del periodista argelino Henri Alleg), Benedetti (artículos del País) o el actual Tomas Moulian (Chile Actual. Anatomía de un Mito) entre otros, que han escrito y reflexionado sobre temas como el exilio, el retorno y la tortura bastante mejor que yo, transcribiendo algunas de sus citas o reflexiones. Y ésta es, ni más ni menos, la bibliografía que he utilizado y la colaboración que he obtenido. Así que, aunque sea de forma indirecta, este trabajo es compartido y a todos doy las gracias por su desinteresada colaboración.
Finalmente, debo precisar que, a pesar de haberme centrado en Chile y su historia (es lo que más conozco) todo lo escrito al respecto se puede aplicar también a otros países de Latinoamérica, como Argentina y Uruguay.
Andrea Mena Valenzuela, 14 de Diciembre de 1999
EL EXILIO
El exilio es un destierro involuntario, impuesto, que comporta toda una sociología: la diáspora y su costo social, con los problemas que inevitablemente genera en el ámbito familiar, en la vida de pareja, en la relación de padres e hijos. Las tensiones que causa cualquier partida inopinada, cuando uno deja atrás lugar, amigos, trabajo y tantas otras cosas que integran su ámbito afectivo y cultural; la inseguridad que trae aparejada la búsqueda de un nuevo trabajo, una nueva vivienda, así como la súbita y no prevista inserción en otras costumbres, otro entorno, otro clima, y a veces hasta otro idioma; todos son elementos generadores de angustias, malestares, y hasta de resentimiento y rencores que, por supuesto, distorsionan una relación afectiva. De todas las parejas o familias que he conocido a lo largo de mi relación con exiliados más de la mitad se han separado o quebrado. Muchos no han podido soportar toda la presión, los malestares, los agobios y las plagas del exilio, y lo han exteriorizado por la parte conyugal; otros, también hay que decirlo, se han unido más. Pero, sobre todo, el quebrantamiento se produce en las familias de los exiliados. Mi situación familiar es un claro ejemplo de ello. Por parte materna, partieron hacia el exilio 3 de los 4 hermanos: uno, para Suecia, de donde no ha retornado, dejando novia, padres y amigos en Chile, e integrándose en una sociedad totalmente opuesta a su natal. Allí ha podido ir desarrollando su trabajo de fotógrafo y se ha establecido sentimentalmente con una sueca. Pero no se olvida de su novia chilena, que no le siguió porque no temía por su vida ya que el comunista era él y no ella, y que, paradojas de la vida, fue detenida y torturada hasta quedar en un estado de semi-locura del que todavía hoy no se recupera. La hermana mayor salió del país al instante en que dejaron en libertad a su marido, que pasó un año encarcelado como preso político. De ahí fueron hacia Hungría donde vivieron 3 años y donde acogieron a mis padres cuando éstos tuvieron que huir. Posteriormente, partieron para España ya que, a pesar de que la ayuda de los comunistas en Hungría era bastante, no les iba bien en sus respectivos trabajos, y los niños no se acababan de adaptar a esa sociedad tan distinta a la chilena. En España, se instalaron en Madrid, en un barrio cercano al aeropuerto donde se había formado una colonia de chilenos exiliados, y en el que se encontraron "casi" como en casa. En esa época también coincidimos con ellos(nosotros en Barcelona y ellos en Madrid) y pasamos más de unas Navidades juntas en las que en la mayoría de los casos se añadía mi tío de Suecia. Me faltaron mis abuelos y el tío que se quedó en Chile (era demasiado joven para ser tachado de militante en esa época), pero sobre todo les faltamos nosotros a ellos. Más tarde, con la amnistía general que "concedió" Pinochet a los exiliados para que pudieran retornar o, al menos, entrar en Chile, recuperé el tiempo perdido, pues en cada viaje nos instalábamos en casa de mis abuelos por un período de tres meses aproximadamente, con lo que la relación con ellos se estrechó mucho.
Por la parte paterna, sólo decir que entre la desaparición de mi padre durante 16 días, su encarcelamiento durante 1 año y su posterior exilio, en principio indefinido y lejano, sumieron a mi abuela (su madre) en un estado profundo de depresión que le ha durado más de 10 años. Yo la conocí deprimida (no hablaba y apenas comía) y recién ahora la voy conociendo realmente como es, activa, jovial y, sobre todo, muy habladora.
Y dentro de lo que cabe, mis padres han tenido suerte. A lo largo de su exilio no han recibido aquella llamada angustiosa e inesperada, a media noche, comunicando la muerte de algún familiar querido (muchas veces consecuencia de la tristeza y la angustia de ver huir o "desaparecer" a sus hijos, nietos, hermanos, yernos...) del que no han podido disfrutar durante tanto tiempo y del que no podrán, ni siquiera, despedirse simbólicamente delante de una tumba.
Al preguntarle sobre el "exilio" a mi padre, éstas fueron sus palabras: "exilio es destierro, es arrancar del medio natural al pez, es arrancarle la razón de ser del pueblo, sus costumbres, sus raíces, sus sentimientos y emociones: en definitiva, es arrancarle su cultura. A partir de ahí, sólo queda seguir adelante con el recuerdo y el dolor de lo perdido.
Sólo hay una pena más grande que el exilio para alguien que como "nosotros"(se refiere a todos aquellos jóvenes militantes de las juventudes comunistas, que vieron en Allende y sus ideas el canal que consagraría la revolución y redención del proletariado, clase, para ellos, destinada a encabezar la liberación de toda la humanidad, cambiando la sociedad desde sus cimientos y construyendo un nuevo orden más justo que aquél en que habían nacido) ha luchado tanto por un proyecto para el pueblo y su país, y es la muerte. Sócrates prefirió la muerte (en forma de "cicuta") al destierro. Además, el exilio es una pena sin fecha, se sabe cuando empieza pero no se conoce el final." Sin embargo, algunas veces el exilio es la muerte. Lo ha sido para miles de chilenos fallecidos en suelo lejano. Muchos de ellos sucumbieron porque salieron condenados a muerte por las secuelas de las torturas.
Para las dictaduras del cono Sur, la cultura es subversión. De ahí que su proyecto siempre incluya el genocidio cultural. Sin embargo, podrán devastarla, descalabrarla, vulnerarla, dejarla malherida, pero nunca destruirla, pues exiliados de todo el mundo no lo han permitido: grandes campañas de solidaridad, exitosos recitales de cantautores y grupos comprometidos (en Chile gente como Quilapayun, Inti-illimani,Illapu, Isabel Aldunate, entre otros), escritores y artistas han mantenido la cultura de su país desde el exilio. No obstante, el exilio es casi siempre una frustración, aun en los casos en que la fraterna solidaridad mitiga la nostalgia y el desarraigo.
EE.UU Y LAS DICTADURAS EN LATINOAMERICA
EE.UU es una poderosa nación que siempre y donde quiera ha apoyado a los explotadores, a los grandes latifundistas, a los monopolios y a las trasnacionales. Es una potencia antiobrera y neocolonialista. Además, si hay algo que los norteamericanos saben hacer a la perfección es su autopropaganda. No hay como ellos para vender su propia imagen. Piénsese por un instante que EE.UU es la nación que a lo largo de toda la historia y a lo ancho de todo el planeta ha invadido más países independientes y soberanos. Y éste es un recuento hecho por analistas norteamericanos, y no por los del Tercer Mundo, que ya han perdido la cuenta. Sólo un esquema publicitario o propagandístico excepcionalmente hábil es capaz de cubrir con un manto de olvido las hazañas de Hiroshima y Nagasaki y de lograr que en cada nuevo aniversario de esas masacres fuera de serie se hable del crimen sin nombrar al criminal, se enumeren los terribles efectos en los aún sobrevivientes de la bomba y, en cambio se omita mencionar a Truman, que dio la orden letal y estaba orgulloso de su coraje, no asumido en carne propia, claro, sino en llaga ajena.
Dicho esto, pasemos al siguiente punto: América Latina es una vasta provincia del subdesarrollo, y EE.UU es una potencia del desarrollo. Ahora bien, para América Latina, el poder de EE.UU no es sólo desarrollado, sino subdesarrollante. Tal presión
agobiadora, que abarca desde la economía hasta la política, ha sido una presencia insoslayable en la historia contemporánea de los países subdesarrollados. No obstante,EE.UU también es América, sólo que "su" América no es la "mía o nuestra". El tiburón no puede representar a las sardinas, el Chicago de los rascacielos ("Chicago Boys") no puede representar a la América subdesarrollada de las favelas, chavolas, callampas, cantegriles, las villas miserias. La América del Ku Klux Klan no puede representar al subcontinente mestizo; ni la que forma a los torturadores en Fort Gulick o adiestra militarmente a los futuros dictadores en Fort Benning (precisamente por ahí pasó Pinochet) puede ser portavoz de la América de los suplicios y desaparecidos.
A menudo en Europa se ha considerado exagerada la reacción de los pueblos latinoamericanos con respecto a su omnipresente vecino. Y es que en Europa, los norteamericanos fueron decisivos aliados en la lucha contra el fascismo y el nazismo y éste es un antecedente difícil de olvidar; en América Latina, en cambio, fueron y siguen siendo permanentes aliados de las dictaduras más implacables y sangrientas. No hay que olvidar que EE.UU ha proporcionado armas, preparación y apoyo militar a todos aquellos que estuvieran dispuestos a acabar con un régimen comunista o progresista de izquierdas, aun habiendo sido éste elegido democrática y libremente por el pueblo (caso Chile). Así que no es de extrañar que desde el otro lado de América en vez de "Bienvenido mister Marshall " se lea o escuche "Yankee go home", a pesar de los intentos de imitación por parte de los dictadores o nuevos gobiernos de cuña capitalista del estilo de vida americano. Por suerte, parece ser que Europa cada vez está siendo más consciente de la constante violación de los derechos humanos en estos países (en la mayoría de países latinoamericanos ya no se produce, pues han caído casi todas las dictaduras, pero es ahora cuando están saliendo a la luz la mayoría de las atrocidades cometidas entonces, y es ahora que empiezan a juzgarse, o la menos eso se intenta, tales delitos) y ya no se ve con tan buena cara el papel de EE.UU, no sólo en estas tierras, sino ya en su actuación general (por ejemplo el caso de Irak).
TORTURAS, DESAPARECIDOS,CADÁVERES y DERECHOS HUMANOS.
Hay que reconocer que, aun como noticia, la tortura es profundamente desagradable. Tal vez por eso son muchos los hombres y mujeres que, por un exceso de sensibilidad, cierran los ojos y hacen un gesto de fastidio cuando la pantalla del televisor introduce en el sosiego de sus hogares a salvo algún cuerpo deformado por el brutal castigo que "un ser humano" ha infligido a otro ser humano. Y como al parecer hoy funciona en varias zonas del globo una verdadera multinacional de la tortura, ésta ya ha dejado de ser un rasgo típico para convertirse, como alguna vez escribió Sartre "en una viruela que devasta toda nuestra época".
Ciertamente, la noticia de la tortura es incómoda de ver, de escuchar, de leer. En más de una sala familiar habrá sonado, y seguirá sonando, a la hora del ángelus un
comentario exasperado, algo así como "Basta, por favor, ya sabemos que existen esos horrores, pero yo quiero tomar mi café de la tarde con tranquilidad". Por lo menos éstas son gentes que no niegan que el horror exista, simplemente no les gusta como aperitivo.
Sin embargo, en otros ámbitos el comentario añade juicios de valor: "Por algo les pasará eso, no serán unos angelitos. Si no se metieran a redentores, hoy estarían estudiando, que para eso son jóvenes". A estos argumentos habría que contestarles con lo siguiente: muchos de los que no están estudiando es porque no se lo pueden permitir, son indios, campesinos y, por tanto, pobres o analfabetos (debo recalcar que en Chile estudiar en una Universidad pública es pagar el coste de una privada en España) y contrariamente a la opinión de estas gentes, la mayoría de redentores son jóvenes universitarios que desde su pequeño foro hacen ( o hicieron) política contra la Dictadura.
Ah, pero la indiferencia no es exclusivamente europea y eso es, quizás, lo más triste y doloroso para los miles de exiliados y torturados (y para sus familiares). Desde el exilio he sido testigo de comentarios de chilenos privilegiados que pudieron viajar a Europa en esa época (los usufructuarios de la corrupción, las tiernas familias de los verdugos) del estilo "¿Presos políticos?. Meras invenciones de la subversión internacional, allá no hay ni uno solo, créanme, son delincuentes, nada más que delincuentes, y además hace falta orden, se precisa la paz, la gente está conforme, etc.". Y aun peor, en mi reciente viaje a Chile incluso llegué a oír de boca de una amiga de mi madre que mucha gente se inventaba lo de las torturas ,"ahora que ya no está Pinochet en el poder queda bien decir que uno ha sido víctima de las torturas de su régimen". ¿Cómo puede decir eso una mujer que tuvo que salir corriendo de Chile por sus ideas y militancia comunistas?, ¿cómo puede decir eso una mujer que está casada con un músico integrante de uno de los grupos más reivindicativos y comprometidos en la defensa de los derechos humanos desde el exilio, que con su voz (la de los Inti-illimani) han hecho protesta continuada e incesante durante muchos años contra la Dictadura de Pinochet?. Y es que es el tiempo de la desmemoria, los que regresan quieren olvidar y tirar hacia adelante, y los que nos hemos quedado no podemos olvidar ni perdonar. Pero de la memoria y del olvido hablaré más adelante.
Nadie va a negarlo: aun como noticia, la tortura es desagradable. Quizá porque nos recuerda duramente que existen en el ser humano posibilidades de crueldad que no estamos dispuestos a admitir. De crueldad y de autodestrucción, ya que quien practica la tortura no sólo destruye al prójimo, también se destruye a sí mismo.
Personalmente, debo confesar que la psicología del torturador siempre me ha parecido un enigma. Algo en mí se resiste a admitir que un ser humano pueda llegar a semejante abyección. Sartre decía: "la tortura no es inhumana; es simplemente un crimen innoble y crapuloso, cometido por hombres y que los demás hombres deben reprimir". Tal vez sea eso lo que más nos cuesta aceptar: que la tortura forma parte de las vergüenzas del hombre. Por supuesto, es más cómodo considerarla la excepción odiosa que confirma la regla clemente. Es menos confortable y, sin embargo más realista, admitirla como una tendencia que existe en los seres humanos y, lo que es más grave, en muchos que no han tenido ocasión de practicarla. Según mi padre, esa
capacidad tan grande de odiosidad que supone la tortura es más propio de la gente con poder o muchas posesiones que de la que nada o poco tiene: "el que tiene mucho hará lo que sea para que no se lo arrebaten, lo que sea. El poder y lo material ciegan". Evidentemente, no todos los poderosos y ricos del mundo tiene esa capacidad para hacer daño, pero sí es cierto que es más fácil que la desarrollen, sino a nivel práctico sí a nivel de permisividad de las barbaries, en un estado de conflicto en el que los fuertes están protegidos por la impunidad y la amnistía.
Conviene recordar las palabras del general francés Jaques de Bollardière, quien, en plena batalla de Argelia, decidió renunciar a su brillante carrera militar por no aprobar el sistema de torturas instaurado por su colega el general Massu. Para Bollardière la tortura "no es simplemente infligir brutalidades insoportables, sino, esencialmente, humillar. Es estimar que no se tiene frente a sí a un hombre, sino a un salvaje, un ser indigno de formar parte de la comunidad...". Y agregaba: "oímos decir en todas partes y en Francia, en los movimientos más opuestos, que el fin justifica los medios. Es necesario proclamar que ningún fin justifica la tortura como medio". Es por eso que, aunque suene a paradoja, cuando llega el momento del ajuste de cuentas, un torturador nunca debe ser torturado, aun en los casos en que se haya esforzado por merecerlo (" un largo espanto de agujas ahoga el grito en una convulsión tras otra, tira el cuerpo amarrado hacia abajo, sacude la sangre, quema sordamente los sentidos. Pero no. No deseas lo mismo para el torturador.", Sobrevivencia-1989- de Sergio Muñoz). Y no debe ser torturado -otra ha de ser la condena- sencillamente porque la tortura envilece a los perpetradores. Recientemente, con la acción emprendida por Garzón contra Pinochet, varias víctimas de su régimen se han dejado ver y oír en las televisiones y radios españolas, y respecto al ajuste de cuentas todas han coincidido en lo mismo: no quieren venganza, sino justicia.
Finalmente, a quienes hoy, en cualquier país europeo, dicen estar fatigados del tema de la tortura ultramarina, cabría recordarles que más fatiga han de sentir sin duda los torturados, y acaso en el mismo instante en que un prójimo exasperado apaga el televisor, con sus chocantes imágenes, para poder saborear tranquilamente su whisky vespertino, o una sensible dama cierra el periódico porque está aburrida de tanta reiterada denuncia sobre remotos castigos, acaso en ese mismo instante, en algún lugar de América Latina, una joven estudiante sea violada por un mastín (perro) convenientemente adiestrado, o la cabeza de un veterano luchador sea sumergida hasta la asfixia en un caldo de orín y excrementos, o niños indígenas sean sacrificados a golpes contra troncos de árboles. Y no es de descartar que alguno de tales supliciados, no demasiado consciente de la molestia que con ello pueda causar en hogares apacibles y lejanos, lance uno de esos destemplados alaridos que, como agoreras aves migratorias, atraviesan el tiempo y el océano. ( Mario Benedetti, "Torturas allá lejos").
Sobre la tortura en Chile hay un informe de Amnistía Internacional, que recoge las observaciones y conclusiones de una delegación de esta organización que visitó Chile del 23 de Abril al 15 de Mayo de 1982, con el fin de examinar a personas que afirmaban haber sido torturadas mientras estaban detenidas bajo la custodia de las fuerzas de seguridad chilenas, entre marzo de 1980 y abril de 1982. La delegación se entrevistó y practicó exámenes clínicos a 19 personas, 18 de las cuales afirmaban haber sido torturadas. Se reunió en diversas ocasiones con varios grupos chilenos defensores de los derechos humanos y habló con médicos locales que se especializan en el tratamiento y rehabilitación de las torturas. Recabó testimonios escritos y demás elementos probatorios que le fueron presentados por otras personas que también afirmaban haber sido torturadas, o por sus familiares. También se examina el papel desempeñado por la CNI (Central Nacional de Informaciones, policía secreta de Pinochet) y se hace una descripción de los locales clandestinos que tenía ésta (CNI) en el centro de Santiago y los procedimientos allí seguidos. Es un informe duro y realista de lo sucedido en esa época que no pretendo transcribir aquí, tan sólo quiero dejar patente la existencia de tal informe.
Pero no quiero cerrar este apartado sin un testimonio muy cercano a mí y muy significativo en "nuestra"(sobre todo la de mi padre) historia. No se trata de mi padre, obviamente es muy duro hablar de ello con él, pero sí de su amigo Sergio Muñoz, profesor, escritor y periodista (actualmente se desempeña como Secretario de Redacción del diario La Nación), compañero, además, de infortunios: compartieron celda durante su "desaparición" (16 días en los que no se conocía el paradero de ambos, como el de tantos otros de los que no se ha vuelto a saber nada) en el centro secreto de detenidos conocido tristemente por Villa Grimaldi y posterior encarcelamiento hasta su salida de Chile hacia el exilio. Durante su exilio trabajó como docente en la Universidad de Utrech (Holanda) y regresó a Chile en 1984 donde reside hasta la fecha de hoy. Éste es su particular testimonio: " Era Julio de 1975. Eran tiempos muy duros, en que intentamos reorganizarnos con enormes dificultades para resistir a la dictadura. Esfuerzos por aquí y por allá. Primeras publicaciones clandestinas. Encuentros en la calle y largas caminatas. Cuesta conseguir casa para las reuniones. Demasiados esfuerzos y riesgos. Sentimos en la piel que no será fácil salir de la situación de ilegalidad y persecución. El régimen se ha consolidado y nosotros navegábamos contra corriente. Voy caminando por una calle de la zona sur de Santiago, cerca del paradero de Santa rosa, después de que se ha frustrado un encuentro con otro compañero. Lo esperé en la casa acordada más del tiempo recomendable. Confío en que no le haya ocurrido nada. El instinto parece avisarme que algo no marcha, pero alejo las malas ideas y apresuro el paso. Una citroneta (una furgoneta) frena bruscamente a mi lado y se bajan tres hombres que me encañonan con sus armas y me empujan contra la pared, al tiempo que uno grita: ¡Ejército de Chile!. Siento que se me hiela la sangre. Me conducen hacia otro vehículo que esperaba cerca con otros agentes, una camioneta con toldo a la que me suben a empellones, No cabe ninguna duda: estoy en manos de la DINA (el aparato de tortura del régimen de Pinochet). Recibo los primeros golpes de ablandamiento. Tengo la sensación de que voy cayendo por una quebrada. En los días que vinieron conocí al Ejército de Chile.
La Villa Grimaldi (donde coincidió con mi padre) era una grieta que conducía hacia un mundo sórdido. No alcanzaba a darme cuenta de lo que había ocurrido entre el momento en que caminaba por las calles, pensando en llegar al hogar para tomar una taza de té con la familia, y ese otro momento en que, como en un golpe de sombra, me vi enfrentado al espanto de la tortura.
Las descargas eléctricas no dejan tiempo para pensar. Uno de los electrodos quema la carne. En un instante tengo la impresión de que el corazón no resiste, y sobreviene una especie de desvanecimiento que los interrogadores alcanzan a percibir, y, entonces, uno de ellos me da un golpe terrible en el pecho para hacerme reaccionar. Me sacan al aire libre y me colocan junto a un muro: me ponen el cañón de un arma en las costillas y me dicen que me prepare y que rece...
Con los ojos vendados, la sensación de indefensión era incompleta. Trataba de orientarme por los ruidos para saber qué estaba ocurriendo: voces de mando, puertas que se abrían, vehículos que partían o llegaban, quejidos ahogados. Después, cuando los guardias no estaban cerca, uno se atrevía a levantar la venda, para intentar orientarse y establecer alguna comunicación con los otros prisioneros.
Me encontraba literalmente en el territorio de la desolación. Nunca antes, ni siquiera en tiempos difíciles de la niñez, había conocido una sensación tan profunda de desamparo. Aquél era el lugar donde las leyes humanas simplemente se habían desvanecido. Uno allí estaba solo, sin ninguna posibilidad de auxilio de nadie. En 1975 ya sabía uno a qué atenerse si era apresado por la DINA. En aquel sitio, habíamos dejado de ser personas.- En este punto debo decir, que yo no me encontré del todo solo, pues tu padre me sirvió de mucha ayuda en momentos en los que yo ya no veía salida-. Bueno, continuemos, Grimaldi era también el espacio de la filosofía. Allí, enfrentado a lo que podía ser la prueba final, uno no podía sino preguntarse por el sentido de la existencia. Estábamos obligados a pensar, sin falsas explicaciones, en las razones o sinrazones de permanecer allí y en la retorcida naturaleza humana que había concebido tal lugar. Quizás lo más estremecedor era sentir el odio de esos hombres, chilenos igual que yo. Hasta ese momento ignorábamos cuánta sevicia se había acumulado en nuestra sociedad. Sinceramente, puedo decir que los años de la dictadura nos enseñaron cuán esencial es la defensa de los derechos humanos. Allí es donde se juegan absolutamente las posibilidades de establecer las bases de una convivencia civilizada. Y allí también están las posibilidades de verdadero progreso social.
Muchas veces me he preguntado por el paradero de mis torturadores, ¿qué habrá sido de sus vidas en estos años en que ha ido emergiendo a la luz lo que ellos suponían que jamás se iba a saber?, ¿se acordarán de nosotros, los que estuvimos en sus manos?. A veces, en la esquina menos pensada, me parece reconocer al torturador que aquella noche, sin trascender a su faena, cumpliendo solamente los deberes cotidianos, fue capaz de arrastrarme hasta el borde de la metafísica".
MI padre añade: "Muchos de los torturados salimos con vida de semejante horror. No pudieron meternos la muerte en el alma, pero tiempo después, a algunos se les paró el corazón, de repente, sin más. Consiguieron herirles de muerte el corazón"
Más tarde, pensando en ello, se me ocurrió preguntarle a mi padre si de haber sabido lo que se avecinaba hubiera actuado de otra manera.- "Mira, hija, los que nos involucramos en el proyecto de Allende, militando en las juventudes comunistas o dirigiendo a éstas dentro de las Universidades, sabíamos a lo que íbamos, para lo bueno y para lo malo. Nadie desconocía la fuerte oposición al proyecto y a Allende y, más tarde, una vez instaurado el régimen dictatorial las primeras detenciones a mansalva ya dejaron entrever lo que se nos venía encima. Conociendo todo esto, si decidimos seguir en la dirección del partido debíamos atenernos a las consecuencias, pues muchas personas dependían de nosotros. Nos preparamos para lo peor, nos entrenamos y entrenábamos a los compañeros para que en posibles situaciones de tortura no desfalleciéramos y aguantáramos para no perjudicar a tantos otros. Uno de los trucos que teníamos era el de decir nombres de compañeros que sabíamos a ciencia cierta que habían podido salir del país. Y todo ello porque, como ya dijo Allende antes de morir, creíamos en y queríamos un futuro mejor para los trabajadores de Chile. Queríamos un Chile libre y digno."
Respecto al tema de los DESAPARECIDOS, sólo decir que en raras ocasiones éstos aparecen. La escalofriante verdad es que todo desaparecido que no esté en el exilio o en la clandestinidad debe dársele por muerto. Pero en más de un sentido, para los familiares un desaparecido es casi más desesperante que un muerto. La desaparición convoca dosis, por pequeña que sea, de esperanza, seguida siempre por una desesperanza atroz, que al día siguiente cede su sitio a una nueva esperanza, que nunca se da por vencida, y así sucesivamente. El muerto muere sólo una vez, en tanto que el desaparecido muere todos los días. El suplicio del muerto se prolonga en el suplicio de sus familiares. Muchos compañeros de mis padres están desaparecidos todavía, y sus parejas y familiares sólo desearían encontrar sus cuerpos para poder enterrarlos y llorarlos en paz definitivamente. Una amiga de mi madre con marido desaparecido dice: "la desaparición es como una alucinación, como un temblor, como una obsesión casi patológica en no querer saber..." Y añade, "por otra parte, es horrible ignorarlo todo, cómo y dónde ocurrió lo que haya podido ocurrir, no poder asistirle en nada, ni estar cerca de él cuando sufría.". Encontrar el cuerpo es conocer la realidad del hecho, es dejar de soñar e imaginar, es poder estallar en llanto finalmente.
"Los cuerpos insepultos vagan en las tinieblas frías y no tienen descanso", dice Dante. La idea de que un cuerpo no descansa hasta encontrar su sepultura es común a casi todas las culturas. Por ello mismo, aún en las guerras más crueles las partes involucradas se preocupan de los cadáveres de sus enemigos. En Chile, aún hoy en día, no se encuentran los restos de muchos desaparecidos. Contrariando toda tradición civilizada, las Fuerzas Armadas no han prestado ninguna colaboración en la búsqueda. "Colaboración determinante -según mi madre- pues ellos (los militares) saben perfectamente dónde están los cuerpos desaparecidos; simplemente tienen que indicarnos su ubicación o paradero".
EL DESEXILIO
La palabra "desexilio" fue inventada por Mario Benedetti cuando la usó en su novela "Primavera con una esquina rota", de 1982, para definir el posible y arduo regreso de los exiliados de los países del Cono Sur en los años 80. Y es que en ciertas ocasiones el desexilio puede ser tan duro como el exilio, ahora bien, hay una gran diferencia: mientras que la decisión del exilio no es voluntaria sino impuesta, la del desexilio es de nuestra exclusiva responsabilidad.
Cuando a mitad de los ochenta se abrieron las puertas a un posible regreso de muchos exiliados a Chile, se desencadenaron una serie de actitudes y sentimientos contradictorios. En ese momento cada exiliado debió resolver por sí mismo si regresaba a su tierra o si se quedaba en el país de refugio. Con el paso del tiempo han sido tan numerosos y categóricos los partidarios del regreso como los del desarraigo. Unos han vuelto y otros no, y cada uno ha tenido sus razones.
Tanto una opción como la otra es una decisión muy compleja y delicada, pues los que vuelven se encuentran con un país diferente al que dejaron y con unos familiares y amigos, los que se quedaron (porque pudieron), también distintos. Además, los que vuelven tampoco son ni serán los mismos. Y los que no vuelven, renuncian casi definitivamente, ya, a volver a formar parte de su país natal. Así, en general, la comprensión es la palabra clave, ya sea entre los que vuelven y sus familiares y amigos en Chile, ya sea entre los propios exiliados (los que deciden volver y los que no lo hacen). Evidentemente ha sido más fácil el retorno para aquellos que de alguna manera tenían asegurado un trabajo o una fuente de ingresos, o para aquellas parejas que no tenían hijos o los tenían de muy corta edad. Pero también tiene que ver lo que Benedetti denomina la contranostalgia típica del desexilio. Y es que, "así como la patria no es una bandera ni un himno, sino la suma aproximada de nuestras infancias, nuestros cielos, nuestros amigos, nuestros maestros, nuestros amores, nuestras calles, nuestras canciones, nuestros libros, nuestras comidas, nuestro lenguaje y nuestro sol, así también el país (sobre todo su gente) que nos acoge nos va contagiando fervores, odios, hábitos, palabras, gestos, paisajes, tradiciones, rebeldías, y llega un momento(sobre todo si el exilio es prolongado) en que nos convertimos en un modesto empalme de culturas, de presencias, de sueños. Junto con una concreta esperanza de regreso, junto con la sensación inequívoca de que la vieja nostalgia se hace noción de patria, puede que vislumbremos que el sitio será ocupado por la contranostalgia, o sea, la nostalgia de lo que hoy tenemos y vamos a dejar: la curiosa nostalgia del exilio en plena patria. Y si no debemos sentirnos culpables por todo lo que recordamos y trajimos con nosotros, así fueran miedos, decepciones, frustraciones, derrota, tampoco debemos avergonzarnos de los recuerdos que hoy estamos construyendo, y que si un día o una noche nos vamos, integrarán nuestra mochila."( Mario Benedetti, 18 de Abril de 1983). Esta reflexión de Benedetti expresa fielmente lo que nos pasa a los exiliados (me incluyo, aunque sea hija de) que hemos optado por quedarnos en el país de adopción. Personalmente, tanto a mí como a mi hermana, incluso a mi madre (salió de Chile con 22 años y ahora tiene 45) nos costaría mucho adaptarnos a una sociedad como la chilena, a pesar de la familia y los amigos, casi todos retornados, pues sería dejar atrás muchos recuerdos, muchos amigos y sobre todo sería introducirnos en otras costumbres y otra mentalidad. Y esto último enlaza con mi última reflexión: la memoria, la amnistía y el olvido.
OLVIDO Y AMNISTIA. HISTORIA, MEMORIA Y JUSTICIA.
Desde mi último viaje a Chile habían pasado más de 4 años. Amigos y familiares habían pasado por casa aprovechando para visitar Europa, manteniendo así, de alguna manera, el contacto, y el viaje que iba a emprender resultaba, cuanto menos, intrigante. Estuve en el año del Plebiscito (1988) y viví la exaltación en las calles al ganar el NO (no a Pinochet y la Junta Militar, no a su régimen, no a más desaparecidos y violaciones de derechos humanos...) y me pareció estar en el mejor país del mundo, en un país en que cansados del horror, pese a la presión y el miedo, pese a las mejoras económicas, la gente se atrevió a decir que NO: no más en Chile.. Tenía entonces yo 11 años, y regresé al año siguiente con menor temor de salir a la calle a expresarme y con menor preocupación por mi madre que se pasaba el día manifestándose por las calles de Santiago contra Pinochet. Él continuaba presente, de alguna manera, en la vida política como Comandante en Jefe del Ejército de Chile, pero yo creí (como muchos otros), ilusa de mí, que con la transición y el nuevo gobierno democrático de Alwyn su papel representativo iría disminuyendo (nadie esperaba que se le juzgase, pues fue lo bastante inteligente como para hacerse una Constitución a su medida, que contemplaba una amnistía generalizada para los altos mandatarios militares y verdugos de la dictadura) y que iríamos hacia un Chile diferente, un chile libre. Años más tarde regresé, ya con 16 años, y me di cuenta de que Pinochet seguía dirigiendo el país desde su papel de Comandante en Jefe, y ante las voces críticas al respecto, el gobierno en funciones simplemente contestaba que para una buena transición es necesario dialogar. ¿¿¿Dialogar???,"dialogar es palabra ilustre prosapia. Implica la tolerancia, y no se concibe sin la entera libertad de las partes. No hay diálogo sin libertad. Dialogar es reconocerles una autoridad de la que carecen (los militares). Dialogar es transar (ceder, claudicar). Dejémonos, pues, de imaginar conciliaciones imposibles y no olvidemos. Los pueblos que olvidan o ignoran la historia están condenados a repetirla." (Carlos Quijano). Con 17, ya empecé a ver que Pinochet no tenía ninguna intención de retirarse a descansar ni de dejar descansar a los chilenos. Continuaba más presente que nunca y parecía que los políticos no iban a hacer nada para evitarlo. En fin, en este contexto emprendí mi último viaje a Chile, con 20 años recién cumplidos y con la esperanza de que, a pesar de las manifestaciones del propio Pinochet de autoproclamarse Senador Vitalicio, su papel en la vida política chilena hubiera disminuido y que la libertad de expresión respecto a la historia reciente fuera ya un hecho. Pues bien, no sólo observé con gran desilusión la poca oposición política a su reciente toma de cargo como Senador, sino que además, me di cuenta, finalmente, de que Pinochet y sus secuaces consiguieron lo imposible: que gran parte de los chilenos no hablara de las torturas ni de los desaparecidos, de las miserias ni de las múltiples violaciones perpetradas; en definitiva, consiguieron que enterraran el pasado bajo llave. Y lo que es peor, no sólo lo consiguieron con los que no sufrieron las vejaciones y el horror de forma directa, sino que también consiguieron que parte de los exiliados retornados o de militantes de las juventudes comunistas no transmitieran su historia a sus hijos. Qué triste y lamentable ha sido para mí ver y escuchar hablar a hijos de amigos de mis padres que tuvieron la suerte de no sufrir el exilio, jóvenes de mi edad que ponen en duda la denuncia internacional de torturas en Chile, que ponen en duda la existencia de desaparecidos y lo que es más grave, que justifican en cierta medida el golpe de Estado, pues, según ellos, era necesario para poner orden en un país que se encontraba inmerso en un gran caos económico y social por culpa de Allende y de los comunistas. Plantean el golpe como el fin de una guerra civil en la que una de las partes debía ganar. Pero es que tampoco pretenden ir más allá, intentar indagar un poco en las causas de esa "guerra civil". No se cuestionan cómo se pudo llegar a ese estado en plena democracia y con un Presidente y un partido elegido libremente por el pueblo chileno. Y es que habría que recordarles que Chile fue el primer país de América Latina que tuvo un presidente marxista como resultado de elecciones libres en el marco de una democracia liberal y representativa. Y hacerles ver que en el derribo de Allende desempeñó un papel fundamental una potencia que siempre ha querido ser considerada como un paradigma de democracia, EE.UU. Como bien sabe cualquier alumno aplicado de Fort Benning (centro de adiestramiento norteamericano, donde casualmente estudió Pinochet), el sistema de democracia representativa sólo es permisible en América Latina cuando ganan las derechas, o por lo menos el centro.
"Todo, todo se olvida", cantaba Gardel, pero los aun exiliados, los torturados y sus familiares no podemos perdonar, y menos olvidar. Se lo debemos a todos aquellos que pagaron, hasta con su vida, el hecho de disidir (en el Informe Retting están sus nombres, y aun quedan por añadir). "Una vez alguien me dijo que los peces no tienen memoria, que en apenas unos segundos olvidan lo que han vivido momentos antes. La memoria de hombres y mujeres me recuerda a menudo a la de los peces, hombres y mujeres que olvidan su historia, lo que han sentido, hombres y mujeres con amnesia abocados a repetir los mismos errores...". Pues bien, parece que llegó la hora de hacer justicia y de abrir viejas heridas; el proceso abierto contra Pinochet ha hecho retornar al pasado a muchos y ha sacado a la luz pública los trapos sucios que muchos ya conocíamos. Parece que ahora esos jóvenes ignorantes y poco crédulos de la parte oscura de Chile están empezando a creer y a respetar más a sus mayores y a su historia. Y estos mayores, a su vez, están reviviendo esa horrorosa época y viendo que, finalmente, se va a hacer justicia, que no era posible seguir adelante como si nada hubiera pasado, pues el culpable de tantas muertes y desapariciones seguía paseando tranquila e impunemente, hasta ahora, por las calles de Chile. Y los pocos que seguían reivindicando los hechos en pequeñas manifestaciones o en foros y campañas de solidaridad con las víctimas ante la pasividad del resto de la sociedad, podrán, ahora, hacer más suyo este Chile actual del que se sentían totalmente desarraigados y decepcionados. Tengo varios amigos que tuvieron que volver a la difícil edad de 15, 16 o 17 años, con conocimiento total y absoluto de lo ocurrido a sus padres, que no han podido adaptarse a una sociedad, y sobre todo, a una juventud, que no ha querido plantearse hasta ahora la cuestión de los desaparecidos por considerarlo un tema demasiado "deprimente" o de "ciencia ficción".
Ahora la justicia tiene que seguir su curso, mientras tanto, muchos empiezan a ver con otros ojos el futuro en Chile. Una vez reabiertas las heridas, para recordar y no dejar al olvido tanta tragedia, los chilenos necesitan cerrarlas y mirar al futuro, pero sin despreciar las enseñanzas del pasado, sobre todo del más cercano. Ese es el aporte de la Historia y ese también debe ser el compromiso de los políticos e intelectuales(profesores, educadores...) de Chile." Porque esta tierra es tuya y mía, porque no pienso como tú y tengo derecho a hacerlo, porque amo la vida y deseo que tú vivas, quiero fundir tu mano con la mía y levantar juntos la voz, para que nunca más en Chile nos separe el odio y nos aparte el dolor" ( Prólogo del libro "Ardua libertad-, 1993- de Sergio Muñoz)
ÚLTIMAS PALABRAS
Chile es un texto con varias lecturas posibles, pero quizás, la más importante, es la de enseñar algo a los partidos liberales y de centro, esos que en los meses previos al golpe hicieron lo posible y lo imposible para deteriorar la imagen de Allende, paralizar las fuerzas productivas del país, hundir la economía en un caos. Tales conglomerados políticos y su Prensa adicta asediaron a la Unidad Popular con falsas acusaciones, con reclamos que sabían de imposible cumplimiento. Clamaron, en fin, por un General providencial y restaurador. Ahora, a poco más de 25 años de aquella felonía, el general providencial y restaurador tiene un odiado nombre a escala internacional y un tambaleante poder y dudosa reputación dentro de su propio país, y ya en su dictadura dio la espalda a la mayoría de sectores que de algún modo prepararon su advenimiento. Frente a semejante amonestación de la historia la moraleja a aprender, no sólo por estos políticos chilenos, sino por todos los sectores liberales y conservadores de Latinoamérica es la siguiente: en una determinada coyuntura la ultraderecha los puede usar, pero luego, cuando ya se ve instalada en el poder, no sólo es capaz de abandonarlos a su suerte, sino que a menudo trata de aniquilarlos, tal vez debido a su condición de incómodos e implicados testigos de su ilegitimidad y de su impostura. Esto ha pasado en Chile y también en Argentina y en tantos otros gobiernos autoritarios, y no debería olvidarse, para no volver a caer en los mismos errores.
Salvador Allende, paradójica y heroicamente, murió defendiendo con las armas en la mano su concepción de una revolución sin violencia. "Es posible que nos aplasten", dijo por Radio Magallanes antes de caer, "pero el mañana será del pueblo, será de los trabajadores. La humanidad avanza para la conquista de una vida mejor.". Sólo alguien muy hipócrita, muy desequilibrado o muy cretino puede creer hoy que el monstruoso proyecto de Pinochet es mejor que la rigurosa verdad enunciada por Allende con la sencilla lucidez que a veces otorga la cercanía de la muerte. Éstas fueron sus últimas palabras y con ellas acabo:
"Trabajadores de mi patria:
tengo fe en Chile y su destino.
Superarán otros hombres
este momento gris y amargo
donde la traición pretende imponerse.
Sigan ustedes sabiendo que,
mucho más temprano que tarde,
de nuevo se abrirán las grandes alamedas
por donde pase el hombre libre y digno
para construir una sociedad mejor."
Salvador Allende Gossens
11 de septiembre de 1973, Casa de la Moneda.
A N E X O ( Marzo del 2000)
Pinochet y Chile hoy
El Chile llamado democrático nace con el plebiscito de 1988, después del rechazo mayoritario al régimen dictatorial del General Augusto Pinochet y compañía. Pero no se trata de una democracia representativa al uso, sino de una democracia "protegida", de una "semidemocracia en la que las Fuerzas Armadas forman un quinto poder (el militar) encargado de la tutela del orden estatal, con participación en instituciones con funciones políticas como el Senado y el Consejo de Seguridad. Así, las instituciones militares son diferentes de cualquier otro órgano del aparato burocrático, tienen autonomía política y parcialmente autonomía financiera. Y es en este contexto que funciona el Chile Actual, en el que se ha pretendido una "reproducción" del Chile pinochetista en el ámbito socioeconómico, con un poder militar siempre presente y unos políticos sin ideologías. Sin embargo, en estos últimos meses, después de mucho tiempo, parece ser que la figura de un nuevo candidato socialista, Ricardo Lagos, vuelve a crear ilusión y esperanza en muchos chilenos (en las elecciones del 96 la abstención, mayoritariamente de los jóvenes, fue superior al 30%, en estas nuevas se espera que se reduzca a un 10%). Al respecto un amigo me escribía el 22 de diciembre de 1999: "Supongo que ya conoces el resultado de la primera vuelta: el 47,9 % de los votos para Lagos y el 47,5% para Lavín. En casa, el 47% de Lavín causó bastante desazón. Él es la cara pueril de la ultraderecha chilena (no sé si tiene algún sentido referirse a la ultraderecha porque la única derecha que tiene la Chile es la ultra), ultraderecha que agrupa a todas las personas que ocuparon cargos altos, medianos, y de menor importancia dentro de la dictadura de Pinochet. Hace 10 años existía una tiranía cruel en Chile, donde la tortura estaba institucionalizada, el toque de queda era una restricción a los derechos fundamentales a la que la gente ya se había acostumbrado; hace 10 años Pinochet y comparsa comenzaban a dictar sus conocidas "leyes de amarre" que significaron la consolidación de su régimen político y social y la seguridad de que los responsables de delitos contra la humanidad no iban a ser perseguidos. Diez años después, el 47% de los chilenos vota apoyando a los políticos que participaron activamente en el gobierno de Pinochet. Toda esta situación es, cuanto menos, triste (por no decir penosa), y fundamentalmente absurda, porque muchos nos preguntamos cuál fue el sentido del sacrificio de tantas vidas, para qué tantas familias destruidas y disgregadas, ¿ qué significado otorgar a la muerte y tortura de tantas personas cuando casi la mitad de la población de un país elige a un candidato que representa al responsable de esos delitos?". Tiempo después-11 de Febrero del 2000- me escribía: "Afortunadamente triunfó Lagos en la segunda vuelta electoral. Chile se salvó por 180.000 votos de diferencia de un gobierno pinochetista. Lagos nombró hace unos 15 días a su nuevo gabinete. Los periódicos (recuerda que el 90% de la prensa en Chile está controlada por la derecha) han iniciado su campaña de desprestigio en contra del presidente electo. Si bien es una campaña tímida aún, queda medianamente claro cuál va a ser el papel de los medios de comunicación en el nuevo gobierno: un papel sucio, un papel tendencioso, un papel al servicio de los poderes más reaccionarios en Chile."
Puede decirse que en la matriz de una dictadura terrorista (1973-1980) devenida dictadura constitucional (1980-1988), se formó el Chile Actual (finales del 88 hasta nuestros días), obsesionado por el olvido de esos orígenes (el terrorismo militar). Tomás Moulian, en su libro Chile Actual. Anatomía de un mito, define perfectamente el terrorismo de Estado utilizado por Pinochet y la Junta militar durante su Dictadura: "Terror es la capacidad que tiene un Estado de actuar sobre los cuerpos de los ciudadanos sin tener que reconocer límites en la intensidad de las intervenciones o de los daños y sin tener que enfrentar efectivas regulaciones en la determinación de los castigos o prohibiciones. Terror es la capacidad absoluta y arbitraria de un Estado de inventar, crear y aplicar penas o castigos sin más límites que las finalidades que se ha definido (el bien común, el uso patriótico, el uso cristiano. - "a pesar de lo que muchos piensan mi padre es un hombre profundamente cristiano"- Pinochet, hijo) Terror es la capacidad de un Estado para conseguir el acuerdo de muchos ciudadanos, que se autoconciben como pacíficos y tolerantes, para usar violencias contra los enemigos políticos, en nombre de un bien mayor. Terror es la situación que empujó a los alemanes a ignorar la existencia de Auschwitz, y a muchos chilenos a no aceptar saber de los detenidos-desaparecios, de las torturas masivas. Se trata de una complicidad silenciosa, que requiere que la mayor parte de la población no haga preguntas (como esos vecinos de las casas en las que perros convenientemente adiestrados violaban a las detenidas políticas, los gritos de las cuales nunca escucharon), que permite la adopción generalizada de la crueldad como medio legítimo para obtener grandes fines, la transformación de Chile en una "gran nación", en el Chile Actual.(...) La sangre seca, los dolores sin término de los que esperan a los desaparecidos, los gemidos de los torturados, los remordimientos de los obligados a traicionar, la nostalgia de los exiliados, el gris dolor de las miles de personas dejadas sin trabajo y sin poder encontrarlo de nuevo por años, todo aquello debía ser olvidado."
Como escribe Sergio Muñoz, se trata de una cuestión de óptica:"Una posibilidad es simplemente negarse, aplicar el lema de que en ojo cerrado no entran monstruos, dejarse guiar por el oído y el olfato, ahorrarse escenas desagradables. Otra posibilidad es mirar a medias, únicamente lo que conviene, la parte que confirme lo sabido, declararse tuerto voluntario, con eso basta y sobra. La tercera posibilidad es mirar a todo lo ancho del ojo, no aceptar cuentos, enfrentarse a los hechos, revisar ambas caras de la medalla, aunque salten las lágrimas"( Sobrevivencia, 1989).
Muchos chilenos han criticado a Garzón y a los ingleses por considerar que su actuación supone una intromisión en los asuntos internos de Chile vulnerando de esta forma la soberanía del pueblo chileno. Dicen que los trapos sucios se lavan en casa y que España pretende humillar a los chilenos actuando como los colonizadores que alguna vez fueron. La cuestión es que la utilización de la palabra humillación en este contexto no es pertinente: humillación fue la que sufrieron y sufren las víctimas de las torturas que hoy día tienen que observar impotentes como sus torturadores se pasean campantemente, con sus respectivas familias, por las mismas calles, los mismos bares, los mismos parques que ellos; humillación es la que han sufrido los exiliados, que han tenido que abandonar un país que es tan suyo como de los que los echaron basándose en fines patrióticos; humillación es la que han sufrido y siguen sufriendo los familiares de lo desaparecidos que todavía no saben del paradero de éstos. "Tengo el alma, Señor, adolorida/ por unas penas que no tienen nombre/ y no me culpes, no, porque te pida/ otra patria, otro siglo y otros hombres". ( poema escrito en febrero de 1974 por el general Bachelet, prisionero político, poco antes de morir)
El mismo amigo que me escribía contándome sobre el triunfo de Lagos hace poco- 3 de Marzo del 2000- me decía: "habrás visto por televisión la llegada de Pinochet a Chile. Es lamentable que lo que pudo ser el inicio de la justicia para muchos chilenos haya terminado en la constatación de los rasgos propios de Chile de inicios de siglo: un país simpático, apático, tranquilo, donde a casi nadie le importa nada, donde casi nadie se indigna por nada. ¿Merece más comentarios "este País?". No lo creo. Hoy, más que nunca, adquiere validez aquel refrán según el cual "una imagen vale más que mil palabras": La representación por televisión de un Pinochet bajándose del avión (gracias al respaldo de un gobierno integrado por los que en algún momento fueron sus opositores) después de un largo y agotador viaje de 24 horas sobre el Atlántico, caminando ayudado tan sólo de un bastón, saludando risueño a sus adherentes, recibido por los más altos mandos militares chilenos... Imagínate la frustración que sentimos muchos con ocasión del retorno a Chile de un genocida, recibido como héroe, en pleno año 2000." Está claro que somos muchos los que, cuando vimos bajarse del avión a Pinochet y levantarse sin problemas de la silla de ruedas, nos hemos sentido profundamente ofendidos, pero que se podía esperar de un farsante y cínico profesional; un hombre que en 1973 juró lealtad incondicional a Allende y prometió defender hasta con su vida al Presidente de la República y al Gobierno que éste representaba, mientras conspiraba para la traición. Ahora el Asesino vuelve al lugar del crimen.
Garzón dijo:"si al llegar a Chile Pinochet deja el bastón o la silla de ruedas, la justicia británica habrá fracasado". Sin embargo, puede decirse que la liberación de Pinochet no ha sido una decisión judicial, sino política: sucios políticos (de España, Inglaterra y Chile) han hecho sucios pactos (en base a intereses meramente económicos) en sucios despachos para que un señor acusado de los crímenes más horribles y repugnantes habidos y por haber no llegue a sentarse en un banquillo para ser juzgado por ellos. El mismo hombre que no ha mostrado ni el más mínimo signo de clemencia o piedad a lo largo de su régimen ahora recurre a éstas para impedir su enjuiciamiento. El General soberbio de la mano dura (frase recurrente en sus discursos) se ha "cagado de miedo" ante la posibilidad de un juicio con todas las garantías. El gobierno Español en este caso, como en tantos otros, no ha estado a la altura de las circunstancias, aunque el Ministro Piqué declare ahora que la mejoría repentina de Pinochet repugna la conciencia de cualquiera y Abel Matutes critique a la "dama de hierro" en su demostración pública de adoración al tirano.
¿Que Pinochet está enfermo?. Ojalá mi abuela, con los 81 años que tiene (Pinochet tiene 86) estuviera en tan buenas condiciones físicas y mentales. Está claro que con la edad que tiene sería casi milagroso que pudiera correr o saltar, aunque poco le falta después de lo visto en su llegada al aeropuerto de Chile, pero está mucho más sano y en mejores condiciones que la mayoría de la población de su edad. A ello ha contribuido, por supuesto, el buen cuidado y la atención de lujo que ha recibido durante su estancia en Londres, que dista mucho de una detención o privación de libertad al uso. La única enfermedad que tiene este personaje es la maldad, que no es de ahora sino de siempre: Pinochet es malvado de nacimiento, sino no se explica que aún en edad senil no haya demostrado jamás el más mínimo gesto o síntoma de arrepentimiento o remordimientos. Por ello es tan difícil de creer lo de su depresión, ¿ cómo se puede deprimir un hombre que ha planeado, dirigido y ordenado la muerte y tortura sistemática de gran parte de sus conciudadanos,y que ha exigido constante "mano dura" a lo largo de 15 años de dictadura militar sin dudar ni desfallecer un instante?. Lo que está claro es que su liberación, basada en razones humanitarias y de incapacidad mental le van a poner muy difícil su continuidad en el cargo de Senador vitalicio que venía ostentando hasta la fecha. Un incapaz lo es para todo, no sólo para librarse de la justícia.
Sin embargo, la desolación por la liberación y regreso de Pinochet a Chile deja paso al consuelo y a la esperanza de que se le juzgue en Chile por alguna de las 61 querellas presentadas antes el juez Guzmán. Por lo pronto, este mismo juez ha solicitado formalmente ante el tribunal competente el levantamiento de la inmunidad parlamentaria del que goza el (ex) dictador por su condición de senador designado vitalicio. El magistrado ha estimado que entre las pruebas acumuladas, existen indicios suficientes para procesar a Pinochet. La decisión debe ser adoptada por la Corte de apelaciones de Santiago y es recurrible ante el Tribunal Supremo. Este es el primer e imprescindible paso para poder juzgar a Pinochet en Chile, adonde llegó la semana pasada después de casi 17 meses de "detención" en Londres.
Terminaré este anexo haciendo mención a la nueva división (si es que en algún momento ha dejado de existir) de los chilenos tras la llegada de Pinochet a Chile: uno y otro bando (detractores y fanáticos de la figura de Pinochet) ha salido a las calles a manifestar su postura, y como siempre y nuevamente, el mismo bando es el que recibe los golpes ( no sólo los físicos sino también los morales). Ante esta situación sólo cabe decir lo que alguna vez escribió Berthol Bretch -"hay algunas personas que luchan un poco: son buenas; hay otras que luchan mucho: son muy buenas; y hay otras que luchan toda su vida: éstas son imprescindibles". Y ello referido a todas aquellas personas que, pese a las dificultades y obstrucciones, siguen alzando su voz contra la personificación de un pasado terrorista y criminal que todavía no ha sido aclarado, explicado, juzgado.
Andrea Mena Valenzuela, 5 de Marzo del 2000
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